15 de mayo de 2012

Huracán

El Príncipe ha sabido de un plan esta mañana:
gatos de Dinamarca le robarán la lana.
Por eso lo verás apostado en su ventana,
entreviendo en el tejado intenciones malsanas.
Con el rostro dibujado en el vaho del cristal,
la niña zahorí, de poder sobrenatural,
sabe por radiestesia que no le irá tan mal
si accede a subir a dos bricks de leche el jornal.
Ser o no ser, Hamlet hoy no está contento.
va a saltar levante, va a cambiar el viento.

La joven porteña acude a clase en bicicleta,
donde Jack Kerouac le muestra mágicos cometas,
y va con párvulos de excursión a coger setas
a Nunca Jamás, donde se citan los poetas.
La Guardia Civil los toma por representantes
de un peligroso sueño propio de maleantes,
y las vagas consignas de idealistas farsantes
se queman con Bruno en una plaza llameante.
Roma arde y clama ante Nerón el sargento:
"no se extinguen las llamas con tanto viento".

Mientras, Marie Curie se relaja en su bañera
sabiéndose una mártir de la fe verdadera.
Que la salud sólo es para abultadas carteras,
y la promesa que le hizo a la parca es sincera.
Ya está ciega, y el mundo está enfermo de ceguera,
"Es muss sein", se oye en una radio de madera,
elegía en la Sorbona, llanto de plañidera,
porque ha ido a tocar el agua la sombra postrera.
El péndulo de Foucault ya se mueve con su aliento,
la bala de un fusil atraviesa el viento.

Janis Joplin me clava sus dos miedos vidriosos,
navego en las sienes que no encontrarán reposo;
cazar las hormigas que sus labios han llorado
es lamer la savia de un retoño lastimado.
Ella es el niño perdido que agarra mis manos,
puerta entreabierta entornada con luz de verano,
un poso de café que promete amor en vano,
con un ala rota, tiene por cielo un piano.
Ha venido a pedirme que me quede un momento,
a verla volar como una hoja seca en el viento.

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