Cuando hace semanas se oyeron voces desde
Interior que amenazaban con leyes para criminalizar la resistencia
pasiva, que pasaría a convertirse en “atentado contra la autoridad” y un delito
punible con varios años de cárcel, se armó un revuelo considerable en la
opinión pública, y en concreto en las redes sociales, donde muchos como yo
vimos en la medida toda una provocación y una reaccionaria estrategia para
apagar con gasolina los fuegos de la legítima protesta civil, precisamente
ahora que se prevén incendios. Después, otros personajes del gobierno hicieron
declaraciones contradictorias, y como siempre ocurre últimamente, todo se ha
quedado, de momento, en una cortina de humo, una maraña imprecisa de
informaciones intencionadamente vagas y perecederas, y nadie sabe a ciencia
cierta si al final va a ser verdad o no que nos van a meter en la cárcel por
recibir palos en la nuca mientras participamos en una sentada, por desobedecer
la orden que nos da el político de turno a través de su intermediario sumiso y feroz
que es el policía armado.
El único método para escapar a la violencia es resistirse a ella, no ceder a
las amenazas. Gandhi dijo que es un deber moral del hombre desobedecer una
ley injusta. El Estado a menudo utiliza la violencia para imponer el poder,
pero nosotros, demócratas convencidos, nos negamos acatar una orden sólo porque
exista la amenaza del daño físico, porque esto nos parece incompatible con lo
que suponemos es democracia; nosotros entendemos que la desobediencia pasiva es
el mayor ejercicio de nuestra libertad, con ella nos hacemos verdaderamente
libres y escapamos a cualquier dominio, sencillamente nos negamos a aceptar que
la violencia se convierta en un método efectivo para la imposición de cualquier
idea, nos negamos a que nuestra voluntad sea sometida por la fuerza, sea quien
sea quien detente esta fuerza. Si en cambio abandonamos la resistencia pasiva y
usamos la violencia, deja de tener sentido que pidamos democracia, porque
nosotros mismos la estaremos destruyendo.
No sabes la de vueltas que me está dando la cabeza últimamente con el temita. Yo, pacifista convencido, con ganas de tirar piedras y de quemar cosas (entendiendo "cosas" en el sentido más amplio de la palabra, si es que acaso tuvo alguna vez un sentido concreto y no fue por méritos propios la palabra más eminentemente inconcreta del vasto mundo de las palabras), renegando de mis más profundos convencimientos. Cada vez que me dé un viraje violento leeré esto, compadre.
ResponderEliminarVaya par de textos más buenos. Me congratulan enormemente.
ResponderEliminarMm, estoy de acuerdo. La violencia nos aleja de la democracia, de la justicia y de la razón en términos absolutos.
Me hace gracia la típica escena de Braveheart en la que justamente cuando entran en batalla aluden a lo contrario. Violencia para obtener libertad.
Si de verdad la tónica es la que hablas, creo que la sociedad habrá avanzado. Aunque el pasotismo es una gran losa que padecemos.
Saludos.