13 de marzo de 2011

Ritmo

Un cristal frágil se ha roto.
El volcán se despertó,
la tierra tembló con un grito.
El humo negro cubrió el cielo azul,
el fuego pintó de rojo el bosque y la hierba.

El animal salvaje respira al compás.
Inspira y el aire se contrae,
espira y el aire reposa.
Y el corazón que va detrás del péndulo:
ahora la sístole, y el mundo expectante;
ahora la diástole, y el mundo se duerme.

El mar.
Viene la ola y se llena de su ímpetu.
La ola se rompe y vuelta a empezar.
Otro pulso contra la orilla,
otra violenta bofetada de agua,
agua que vuela y se pierde en el viento.

Y de repente ya no hay nada.
Un instante congelado.
El péndulo alcanza el extremo
de la curva que dibuja.
Un instante justo antes de desandar,
un instante hasta el latido subsiguiente,
un instante de apnea.
El suicida hace equilibrio en la cornisa,
una rama seca se dobla con el viento.

Un gatillo se va tensando en la mano del hombre.

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