Que son dos hormigueros solitarios,
cumbres coronadas de albura y ámbar
en el preciso instante del deshielo,
cuando paren dos arroyos templados.
Dos arroyos que van a nuestro encuentro,
caminos que dibujo en la ladera,
que es cerezo retoño,
falda fecunda de hierba y de sangre.
Van en el valle y ya son uno solo,
para dar a tu boca, mar salada,
y dar a mi boca, barco de vela,
y al levante que me arranca y me lleva,
ya gota de mar flotando en el aire,
en las pálidas nubes.
Camino que vas, camino que vuelves,
mañana yo seré lluvia en tus cumbres.
Nunca te había leído nada tan asín. Mola un montonazo.
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