13 de octubre de 2013

Un cementerio, donde a veces
un pájaro grazna en el recuerdo
delirante de un indigente negro,
bien podría ser un principio,
un centro.
Entonces bastará una camiseta raída
que haga las veces de metáfora
o de paño de cocina
para darle el relieve que le falta
a la reina de baraja;
y que además este naipe culmine el castillo,
que sea la última teja de la torre,
cerca del cielo pero sin el cielo.
Es aquí donde me tienes, donde me tenés,
apenas atado a un reducto de mí mismo,
un ectoplasma de posibilidades abortadas
y universos de duermevela,
paralelepídedo de cristal
que habita un fuego fosilizado.
Justamente atado,
porque reincido,
porque yo, porque tercamente yo, jo,
jo em dic,
así me reafirmo y así me engaño,
posado en el fiel de una la balanza al uso
(pero sólo un pájaro podría posarse),
contengo el aliento,
a veces como a punto de dar el salto,
con en un brazo la cuerda bien tensa
y por otro brazo un ala desplegada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario