11 de febrero de 2011

Tú con las nubes

Dijeron ayer que llegaste
de la mano de las lluvias de mayo,
que ibas en busca de un contraste,
un claro en las nubes grises, un rayo
de mil luciérnagas volando
sobre los nenúfares, cuando
te arrullan los grillos entre los tallos.
Y con la melena calada,
con ojos como pozos de deseos,
llegaste pero no vi nada
con mis gríngolas y esposas de reo.
Y ahora en esta yerma mente
consigue arraigar tu simiente,
y brotan palabras y hojas de té.
Tú con esas lluvias de mayo,
yo con mis anteojeras de caballo,
aquella vez que te encontré.

Contaron ayer que escuchabas
con la candidez de los forasteros,
y te querían como esclava
un perro apuesto y un hombre faldero.
Con tu mirada de vidente
te anticipaste a la corriente
para que no se hundiera tu velero.
Y te fuiste por los meandros,
mecida por el río de otras manos,
como Hermia con su Lisandro.
El sueño de una noche de verano
se extendió por otras quinientas.
Quizá es que te encontré contenta,
o fue que me olvidé de ti.
Siempre tú y tu intuición profética,
yo y mi maldita lógica aritmética,
cuando esa vez te conocí.

Dicen que das con mi portal,
ahora que se agrietan mis espejos,
con una aurora boreal
y aquel fuego fatuo del bosque viejo
que huyó contigo en la ribera,
que me dejó en sombra y ceguera,
y que ahora alumbra con un reflejo
un par de cuentas de cristal
temblando sobre tu brocal.
Quizá es que otra vez llueve afuera
y es la primera vez que nos miramos.
Si no hay direcciones certeras,
si vamos a atender este reclamo,
si me arrullan los grillos a tu vera,
si nos despertamos muertos de frío,
tú con tus sueños y yo con los míos,
dime esta vez qué nos espera.

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