31 de mayo de 2010

Distancia insalvable

Hay una coraza, un muro kilométrico que nos mantiene incomunicados. Hay, tal vez, un miedo innato, o quizá una natural incomprensión que se extiende mucho más allá de la mera divergencia de las lenguas: el castigo por la Torre de Babel era más que eso. Al hablar, me parece que el oyente y el canal por el que hablo son activos y afectan al mensaje, me lo roban y lo transforman y así me desplazan en mi papel de emisor como supuesto dueño de lo que digo. Nota de Marías: "O basta con haberlo enunciado para que ya lo desfigure al recogerlo el aire".
Lo que no se oye es equivalente a lo que no se dice. Lo que no se ha oído, jamás se ha dicho. Diálogo de sordos: el mensaje que entreteje el emisor dista mucho de parecerse al mensaje que asimila el receptor.
No se puede pretender ahora el entendimiento. Pintaremos un cuadro abstracto que impresionará de manera distinta a cada observador, y habrá tantos mensajes como observadores haya. Arte, sólo eso: comunicación imperfecta pero no baldía. No habrá transferencia de datos sino impresiones subjetivas, no habrá rastro del ideal matemático aquel del fotón que partió perfecto de A para llegar perfecto a B, no habrá más que un eterno drama de voces apagadas y enigmáticas y altisonantes en mitad de un páramo solitario y frío, una planicie nevada.

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