31 de mayo de 2010

Altamente subjetivo:
Los propósitos se cumplen a veces, los sueños jamás.
Pero no caigamos en aforismos tuertos en nuestro afán de resumir, no renunciemos a matizar. No se puede vivir sin sueños. ¿Sueño?
Por un lado, la privación del sueño (acto de dormir) provoca la muerte ("sueño eterno", otra ironía). Por otro, consideremos la necesidad del sueño como "ensueño" o representación fantástica del que duerme. ¿Pueden los sueños ser separados del sueño? ¡Frecuentemente se nos olvida qué hemos soñado! Y además: frecuentemente se nos olvida que hemos soñado. Pero difícilmente dejaríamos de echar en falta los sueños si desaparecieran largo tiempo, vendrían volando desde el olvido, brillando por su ausencia.
Aunque soñar equivale a veces a anhelar lo improbable (improbable, sí), y "lo improbable" es también un sueño, es decir, una representación mental, a menudo fantástica o disparatada, pero que en última instancia constituye el único motor que mueve la rueda quebradiza de la vida, y sin ella estaríamos condenados a la parálisis por indecisión.

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