volviendo para estallar en mi costado.
Pero no te vi entonces,
vi las manos de un enemigo entre las mías,
cuando por un instante fue siempre hermano mío.
Y vi que los viejos árboles me cubrían
en la tormenta otra vez,
como a un niño con fiebre.
Pero no te vi entonces,
sólo te escuché después,
cuando de ti y de mí
ya no quedaba rastro.